Entre el Lodo y con Dios como
Testigo, Sepultan a sus Muertos

 

 

Por ELVIA ANDRADE BARAJAS

 

HUEJUTA, Hidalgo, 14 de octubre de 2025.- Entre el lodo y la desesperación, entierran a sus muertos, sin himnos, banderas, ni ministros. Solo palas, lágrimas y silencio. Más de 69 personas han muerto por las lluvias torrenciales y el desbordamiento de ríos en cinco estados del país. Y mientras las familias cavan con sus propias manos, más de 60 desaparecidos siguen bajo el agua, bajo el lodo, bajo la indiferencia.

 

Aquí, en Huehuetla, Hidalgo, una madre vela a su hija en una casa sin techo. El ataúd fue prestado. El sacerdote no llegó. El gobierno tampoco.

 

En la zona Otomí-Tepehua en Hidalgo, prevalecen las carreteras destruidas, puentes colapsados y comunidades desaparecidas, como el poblado de #Madho en Tenango de Doria.

 

Son cientos las personas damnificadas; los servicios de luz, agua y telefonía aún no se restablecen, y aún hay localidades que permanecen incomunicadas.

 

#Huehuetla el municipio más afectado por las intensas lluvias registradas en Hidalgo.

 

 

Debido a los deslaves y derrumbes que imposibilitan el acceso vía terrestre, el gobierno habilitó un puente aéreo para llevar víveres a los damnificados de esta comunidad, el helicóptero aterrizó entre las comunidades de San Gregorio y San Antonio el Grande.

 

 

En Álamo Temapache, Veracruz, un padre carga el cuerpo de su hijo en una sábana porque no hay ambulancia, ni funeraria, ni camino.

 

En Huauchinango, Puebla, los vecinos improvisan una cruz con ramas y claman: “¡Búsquenlos, por favor, búsquenlos!”

 

El gobierno federal activó el Plan DN-III-E, sí. Pero llegó tarde, llegó poco, llegó sin alma.

 

La presidenta Claudia Sheinbaum recorrió algunas zonas, pero fue recibida con reclamos: “¡No han venido a buscar a nuestros desaparecidos!” gritó una mujer en Poza Rica.

 

 

La respuesta fue un apretón de manos y una promesa más.

 

En Veracruz, la gobernadora Rocío Nahle minimizó la tragedia: “Fue un desbordamiento ligero”, dijo, mientras más de 100,000 viviendas estaban bajo el agua. Canceló la póliza estatal contra desastres meses antes y creó una aseguradora sin fondos.

 

 Hoy, los muertos se entierran sin ataúd y los vivos están sin esperanza.

 

En Hidalgo, el estado más golpeado, con 22 muertos, 1,200 casas dañadas, 308 escuelas colapsadas y 150 comunidades incomunicadas, el gobernador Julio Menchaca no ha pisado las zonas más afectadas.

 

 

La gente lo resume así: “Aquí no hay gobierno, solo Dios y el río”.

 

Mientras el Estado se ausenta, el crimen organizado se presenta como benefactor.

 

En Tihuatlán, Veracruz, presuntos sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación reparten despensas con su logo impreso.

 

En los videos se escucha: “De parte del CJNG”. La escena ocurre frente a propaganda política. El mensaje es claro: el narco llena el vacío que deja el Estado.

 

No hay apoyos funerarios.

 

No hay velorios dignos. No hay presencia institucional en los entierros. La muerte se volvió clandestina. La Suprema Corte donó parte de sus salarios. El gobierno federal prometió “acompañamiento integral”. Pero en las comunidades, lo único integral es el abandono.

 

 

 

Durante su conferencia matutina del 14 de octubre, la presidenta Claudia Sheinbaum pidió en voz baja al secretario de Salud, David Kershenobich, que no mencionara los municipios afectados por las lluvias.

 

La instrucción fue captada por los micrófonos encendidos: “No digas municipios afectados”, dijo mientras él se acercaba al atril.

 

Este gesto, aparentemente menor, revela una estrategia de eufemismo y control narrativo.


¿Acaso con no nombrar a Huehuetla, Poza Rica o Huauchinango desaparece el dolor?

 

 ¿Acaso con no mencionar a los desaparecidos se borra su ausencia?

 

La presidenta ya había pedido silencio a los clamores de las víctimas en Poza Rica, cuando le exigían búsqueda urgente.

 

Hoy, pide silencio a sus propios colaboradores.

 

El lodo no se tapa con eufemismos. El duelo no se calla con protocolos. La memoria no se borra con omisiones.

 

 

La indignación de las víctimas es creciente ante gobierno que no sabe gobernar, y que ante sus múltiples errores revive al dinosaurio con los gritos de la multitud, indignada porque los 69 muertos que se han contado hasta hoy son enterrados entre el lodo sin que tiemble la conciencia nacional.


Los desaparecidos sólo son cifras para el gobierno, que ha sido rebasado por el crimen organizado en la entrega de víveres y respuesta más rápida.


Por eso la gente ya se pregunta:


¿Dónde está el Estado cuando el pueblo lo necesita?


¿Dónde están los fondos, los helicópteros, los censos, los abrazos?


¿Dónde está la dignidad funeraria, el respeto simbólico, la memoria colectiva?

 

 ¿Dónde está el gobierno?....

 

 

México Bajo el Agua.
Silencio, exige la presidenta
Reportaje

 

 

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